Nadie quiere ser el más rico del panteón.

En la mañana temprano fui a correr con unos amigos y platicaba con uno de ellos acerca de las personas exitosas en los negocios y me vino a la mente la frase: “Nadie quiere ser el más rico del panteón!”
Es decir, siendo claros, estamos de acuerdo que la mayoría queremos prosperar y ganar mucho dinero, pero es bien fácil perder el balance. Estoy seguro que queremos hacerla en grande, pero sin dejar el pellejo de por medio.
Y es que en ocasiones, nos perdemos en la carrera de ganar y el torbellino de los proyectos, de las metas, los clientes, la cobranza, la competencia, las deudas…
Y pareciera se nos olvida que hay otras áreas fundamentales como la SALUD!… Y si somos inteligentes de verdad, debemos darle su lugar, dedicarnos tiempo para el ejercicio, tirar la tenebra mental, el maldito estrés del malo, ese que mata de infartos, aprender a comer mejor, todo eso… no olvidarnos que hay que cuidar cuerpo y mente, porque estamos de acuerdo que no vale la pena romperla en los negocios sólo para ser… los más ricos del panteón!
A darle con todo y a hacer los ajustes para ir por las metas pero cuidando de todas las áreas que no sólo son importantes, sino vitales!
Buen día!

Cómo se corre un maratón sin cansarse.


Aunque existiera un libro que hiciera la promesa de enseñarte cómo correr sin cansarte, lo más probable es que fuera un engaño. No es posible. Invariablemente correr largas distancias va a cansarnos. Puedes sin embargo, aprender a correr y hacer que el cansancio no te detenga o jugar con tu mente para colocar en un sitio fuera de tu enfoque el cansancio que naturalmente vas a experimentar.

Lo mismo pasa cuando enfrentamos cualquier emprendimiento. Cuando estamos frente a la idea de un nuevo proyecto. Cuando estamos ante la decisión de lanzarnos por nuestra cuenta. Cuando tenemos frente a esa persona y pensamos declararle nuestro amor. Sentimos miedo. Si somos personas normales, el miedo acompañará cualquier intento de implique un cambio. Miedo de que no funcione, miedo al rechazo, miedo a equivocarnos. Es inevitable.

Por ello no debemos buscar cómo lanzarnos sin tener miedo, sino aprender a ponerlo a un lado, usar la imaginación para visualizarlo más pequeño, distorsionado, borroso, pasarle por enmedio, ridiculizarlo o simplemente enfocar nuestra mirada hacia el objetivo. Los obstáculos son esas cosas horribles que se ven cuando has desviado la mirada de tus sueños, decía una cita que he guardado por años.

La educación tradicional ha hecho poco por desprogramar este miedo a equivocarnos y por el contrario, repetidamente se nos penaliza por equivocarnos y con ello nos volvemos cautelosos, temerosos de dar el paso, de opinar, de proponer, porque no queremos fallar.

Por otro lado, el intentar cualquier cosa, jamás será garantía de que lo lograremos. Es preciso sin embargo, lanzarse a pesar de la incertidumbre de si esto funcionará o no funcionará.

Todos aquellos que son capaces de actuar y pasar por este trance de no saber lo que ocurrirá son quienes abren brecha para el resto de las personas, son los que cosechan primero, cambian la cultura, el mercado y su entorno. La mayoría quieren ir a lo seguro e irremediablemente deberán conformarse con esperar a que las vías estén listas y tomar lugar en los vagones traseros.

No hay manera de lograr cosas importantes sin sentir miedo. Nadie puede hacerlo. Aún los que nos parecen más seguros y resueltos, los más decididos y populares, ellos también tienen miedo y paradójicamente tal vez momentos antes de atreverse se preguntan si serán capaces mientras se intimidan frente a nosotros porque nos ven llenos de recursos.

Aprender a vivir en la incertidumbre de si va a funcionar o no, es una habilidad para la vida, es cualidad del emprendedor y es imprescindible para progresar en la vida.

Por lo pronto, sigamos buscando porque proverbial es que el que busca… encuentra!.

Si te gusta comparte y comenta, hasta la próxima!

Dime con quién andas y te diré qué tienes que desaprender.

Los seres humanos nacemos sin poder valernos por nosotros mismos. Los potrillos pueden pararse y correr a los pocos minutos de haber nacido. Las tortugas saben instintivamente que deben ir al mar después de romper el cascarón enterrado en la arena. Los salmones nacen de huevecillos y comienzan un ciclo de ir al mar y regresar al río a desovar años después sin siquiera haber conocido a sus padres.

Por el contrario, todo lo necesario para nuestra sobrevivencia forzosamente nos es proporcionado por nuestros padres en el mejor de los casos, o a través de otras personas. Desde que nacemos todos los estímulos que recibimos constituyen una oportunidad de aprender básicamente todo de lo que escuchamos, lo que vemos, lo que sentimos, el lenguaje de los demás, nuestro propio movimiento.

Al cerebro le gusta aprender y entre todas las cosas que le estimulan tiene especial interés en aquellas que le hacen sentir seguro, amado, protegido.

Aprendemos comportamientos de lo que vemos hacer a las personas que son nuestros modelos a seguir. Especialmente personas que representan posiciones de poder para nosotros y con quienes guardamos lazos afectivos.

Por otro lado, algo que evolutivamente traemos en nuestro DNA es la inclinación a darle mucha importancia a pertenecer a un grupo, buscar la aprobación de los demás y guardar cierta sumisión ante un lider. Esto sugiere que en el pasado distante el contradecir a otros o actuar en una forma que no agradara al grupo podía fácilmente comprometer nuestra supervivencia fuera del clan. Por ello era preferible callar opiniones o comportamientos que pudieran incomodar al grupo. Aprendimos a ser complacientes.

Es por esto que algo que aprendemos desde pequeños y que continúa en nuestra etapa adulta es a actuar conforme a la expectativa de los demás.

Esto toma una enorme relevancia cuando se trata no sólo de sobrevivir, sino de prosperar en un mundo competitivo como el actual. Si nuestro entorno es negativo, carente de valores o estímulos para actuar honestamente y aspirar a logros mayores, nuestra inclinación natural a ser complaciente nos hará aprender cómo debemos comportarnos para «encajar» en este entorno negativo y limitante.

Nuestras madres tenían razón al preocuparse por las amistades con las que nos relacionábamos cuando erámos niños. Dime con quién andas y te diré quién eres. El que con lobos anda, a aullar se enseña.

Ahora bien, hoy que somos adultos, sabiendo que todos hemos aprendido estos comportamientos desde pequeños, podemos hacernos concientes acerca de los efectos negativos que nuestro entorno haya propiciado. De esta manera podremos hacer los cambios necesarios y elevar nuestros estándares en cuanto al ambiente en que nos desenvolvemos, la información que recibimos y las personas con quienes nos asociamos, ya que nuestra máquina de aprender, nuestro cerebro, potencializada con nuestra programación de conducirnos conforme a la expectativa que ejerce el grupo, nos hará mejorar en consecuencia nuestros resultados.

Por lo pronto sigamos buscando ya que proverbial es que el que busca… encuentra!

Hasta la próxima.

La evolución de las ideas

En el artículo anterior comentábamos acerca de la explicación de porqué fue primero el huevo y posteriormente la gallina. (http://emilianoruiz.com/la-importancia-de-saber-que-fue-primero-el-huevo-o-la-gallina/)

Esto más allá de la curiosidad que genera esa aparente paradoja, me hizo pensar acerca de cómo nacen las ideas y cómo algunas viven (o mueren), cómo mutan, cómo prosperan, como se multiplican y dan lugar a otras ideas.

Así como las especies más desarrolladas y dominantes son producto de la evolución de organismos simples y rudimentarios, la mayoría de las grandes ideas, por no decir que todas, surgieron de ideas imperfectas que tuvieron que sufrir modificaciones y pasar por procesos de oposición, incredulidad, corrección, adaptación y pulido antes de consagrarse como ideas incluso completamente diferentes a la original.

No obstante, nuestra educación basada en la penalización del error, ocasiona que muchos de nosotros nos detengamos de generar, expresar y poner a prueba nuestras ideas por temor al error o al ridículo, y es que pretendemos que nazcan como ideas grandes, ya desarrolladas, ignorando su proceso evolutivo.

Por cada idea poderosa capaz de cambiarnos como personas, como comunidad o como empresa, primero tuvieron que generarse muchas malas ideas en un inicio, ideas que fueron criticadas, que mutaron convirtiéndose en ideas más sólidas, que a su vez dieron lugar a diferentes adaptaciones motivadas por el entorno, y de ellas algunas sobrevivieron, fueron adoptadas, propagadas y multiplicadas, mientras muchísimas otras perecieron.

La lección aquí es que nuestra mejor apuesta es ignorar el miedo a equivocarnos ya sea al adoptar o bien al lanzar al mercado o al mundo ideas inmaduras o imperfectas ya que todas las ideas que al final ganan surgieron de la misma manera. Sin malas ideas nunca llegaría a haber ideas buenas.

Por otro lado, reconozcamos que el concepto de idea, está sobrevalorado. Con mucha frecuencia se piensa en ocultar, proteger e impedir la libre difusión de ideas por atribuir a ellas un gran valor, cuando lo verdaderamente determinante no es la idea por si misma, sino la capacidad de ejecución de todos lo pasos que materialicen dicha idea, es decir, la palabra acción.

Las ideas son un recurso inagotable, rescatemos la importancia de generar y mejorar muchas de ellas y sobre todo imprimamos acción en torno a ellas para publicarlas, probarlas, esparcirlas a otras mentes inquietas. Alimentemos nuestra mente con ideas de otros, de distintos temas, que provengan de personas de otras culturas, de otras latitudes, de otras creencias. Ahora modifiquémoslas, hagámoslas más prácticas y probémoslas. Ideas no solamente acerca de negocios sino de cómo llevar una familia, cómo mejorar nuestra calidad de vida y salud, cómo reevaluar prioridades, cómo modificar nuestro entorno social. Sólo así elevaremos las probabilidades de que algunas de ellas maduren, sean alteradas, modificadas, adoptadas y se propaguen lo suficiente para volverse tan poderosas que puedan cambiar nuestro mundo.

Por lo pronto sigamos buscando porque proverbial es que el que busca… encuentra!

Hasta la próxima!

La importancia de saber: ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?

Este dilema que frecuentemente sale a relucir en las aulas, conferencias o cursos, especialmente cuando se trata algún tema de causa y efecto, tiene una explicación científica. Y más allá de la curiosidad que encierra, podría tener un signficado profundo en nuestro progreso personal, profesional y económico como personas.

La respuesta acertada es… ¿qué dice el público?… el huevo. El huevo fue primero, la gallina después.

Ahora bien, si no sabes la explicación evolutiva de esto tu mente protestará enseguida: «¿entonces quién puso ese huevo!»

Permíteme aclarar el punto. Simplificaré mucho las cosas con el afán de ser más entendible y conciso.

La evolución de todas las especies actuales y extintas, se basa en la transmisión de la información del DNA (información genética) de «padre» a «hijo». Cada vez que surge una nueva generación, ésta contiene una mezcla del DNA de los procreadores. De tal manera que el nuevo DNA de los descendientes es muy similar al de sus padres pero NO idéntico (esto es muy importante) porque incluye algunos rasgos de cada uno de los progenitores. Además puede haber mutaciones o alteraciones causadas por factores externos. Todo esto provoca que con cada nueva generación los descendientes tengan variaciones, por ejemplo color distinto, extremidades un poco más cortas o más largas, orejas un poco más grandes o un poco más cortas, en fin.

En su entorno estas diferencias favorecen marginalmente a unos y perjudican a otros, lo cual permite que los favorecidos tiendan a reproducirse más y los perjudicados menos. Con esto, el rasgo favorecedor tiende a propagarse en el DNA a otra generación que de nuevo, es muy similar pero NO idéntica a la anterior. Este proceso repetido miles y millones de veces es responsable de que surjan todas las distintas especies que han existido y que llegan a ser muy distintas a sus más antiguos ancestros.

Ahora bien, ¿dónde entran las gallinas aquí?. Aquí te explico. La gallina que actualmente conocemos surgió en un momento determinado de una mezcla de DNA de unos padres que eran muy similares pero que aún no eran la gallina que conocemos. Indudablemente esa criatura previa sí se reproducía por medio de huevo y en un punto en la historia de su especie puso uno, cuya mezcla precisa de DNA, formó POR PRIMERA VEZ un ejemplar de la especie de gallina actual. Por lo tanto, primero fue el huevo y de él surgió nuestra gallina.

En el próximo post, tocaré el tema de la relevancia de entender esto para nuestro éxito personal.

Por lo pronto sigamos buscando, porque proverbial es que el que busca… encuentra!

Hasta la próxima.

Elige tus batallas

Esta frase a menudo sale a relucir en nuestra casa cuando de pronto alguna situación puede incomodarnos, molestarnos y hasta robarnos la calma, especialmente cuando esa circunstancia está fuera de nuestro control.

Todos en nuestra vida diaria y profesional, camino a nuestras metas, nos enfrentamos regularmente con incomodidades, molestias, preocupaciones que tienen que ver con nuestras interacciones con los demás. Incluso en algunos casos hasta nos enganchamos emocionalmente con problemas de terceras personas.

Los ejemplos que enfrentamos de este tipo pueden ser interminables. La mala actitud de un dependiente en una tienda, el tráfico, un conductor que se nos cierra en la avenida, un mal comentario de un vecino, el extravío de algo, un malentendido con la pareja, un hijo que deja todo tirado, en fin, hay muchas cosas que nos sacan de concentración, controlan nuestra mente, nos causan enojo y pueden literalmente consumirnos y descarrilarnos de lo que es más importante.

Si nos dejamos llevar por estos distractores emocionales no sólo nos desvían de nuestras metas y objetivos, sino que nos pueden llevar a hundirnos en el desánimo, la frustración y las ganas de mandar todo al carajo.

Todos somos humanos y llega un punto en que se nos juntan las cosas y explotamos.

Es ahí cuando un cambio de enfoque puede sacarnos del hoyo y hacer la diferencia. Respiras hondo y te dices a ti mismo: “Elige tus batallas”.

El sentido de esto es que somos como generales que tenemos una misión: alcanzar y defender nuestras prioridades personales, de familia, de negocios. Y eso implica concentrar nuestros esfuerzos en las batallas importantes para ganar la guerra. Nuestros recursos de energía, tiempo, atención y entusiasmo son hasta cierto punto limitados y si los desgastamos en batallas que no son relevantes para nuestra misión, no será posible ganar las batallas importantes y con ello la guerra. El precio de ese desperdicio de recursos es demasiado costoso y fatal.

Decirnos “Elige tus batallas”, nos obliga a hacer un alto y reflexionar rápidamente si esto que me está robando energía realmente vale la pena o podemos dejarlo pasar por alto porque no es tan relevante en este momento y ya sea que podemos posteriormente retomarlo o simplemente “desengancharnos” de eso y reenfocarnos en las batallas críticas para el cometido principal que tenemos, que es vivir plenamente, crecer, aprender, cambiar para bien, cumplir nuestro propósito y si no fuera mucho pedir, trascender en los demás.

Deseo que nos mantengamos fuertes en nuestras metas y las tareas diarias que las harán realidad.

Por lo pronto, sigamos buscando, porque proverbial es que: El que busca… encuentra!

Un año que comienza, permiso para reiniciar

Llegó un año nuevo más. Es una buena noticia para los que podríamos tener remordimientos por haber desperdiciado, al menos en parte, el año que dejamos atrás. Digo esto ya que es socialmente aceptado que el nuevo paquete de 365 amaneceres que destapamos, nos de permiso de arrancar de nuevo cosas inconclusas, iniciar cosas nuevas y ya si de plano nos fue muy mal, pues de un borrón y cuenta nueva.

Habemos personas muy buenas para iniciar cosas. Otras para terminarlas y algunos para ninguna de las dos. Ahí si que Dios nos proteja.

Lo que no abunda son personas que se propongan buenas metas al inicio de año y que las concluyan. Y estoy hablando de metas significativas en las áreas que sean más importantes para nosotros. Algo más que los típicos propósitos de Año Nuevo.

En casa mi esposa y yo decidimos escribir las metas en las áreas de salud, familia, negocios, patrimonial y personal. De la misma manera les propusimos a nuestros hijos que se plantearan tres metas aparte de sus estudios y clases extras. Como pusieron cara de «what», les sugerimos ideas: aprender un idioma nuevo, desarrollar un canal online, practicar un instrumento musical, ahorrar para adquirir un «gadget», leer alguna selección de libros. En fin, algunas metas nos permiten estirarnos para crecer personalmente y otras nos motivan porque encierran un premio o recompensa.

Como quiera que sea, a pesar de que las metan no se cumplieran al 100%, seguro es que es más probable que avancemos en algunas áreas si nos ponemos metas a que si no lo hacemos.

En otro escrito hablaremos de los obstáculos que nos impiden avanzar en las mencionadas metas. Fantasmas que nos acosan a todos por igual como el desánimo, el miedo, la postergación y veremos cómo podemos contrarrestarlos.

Por lo pronto, sigamos buscando, que proverbial es que el que busca… encuentra!

«Estoy orgulloso de ti»

Estoy orgulloso de ti…

Qué palabras tan poderosas. Dichas por alguien con autoridad pueden crear un impacto tan fuerte, tan duradero, tan profundo. En especial si se dicen de corazón a corazón, si se le dicen a un niño… o al niño que todos llevamos dentro y que necesita, que clama, que ruega por reconocimiento… ¿Cuántas cosas estaríamos dispuestos a hacer por escuchar estas palabras de quien ya no esta aquí, de esa persona especial, de uno de nuestros padres, de tu pareja?….

Cuántos kilómetros recorreríamos con tal de ganárnoslas?…

Cuántos saltos arriesgaríamos aún sin red de protección?…

Cuántas llamadas?… Cuántas puertas tocarías?… Cuántos noes estarías dispuesto a recibir?

Cuántos desvelos soportaríamos por escuchar ese premio de tan sólo 4 palabras: Estoy orgulloso de ti?…

El emprendedor es capaz de arriesgarlo todo porque busca sentirse satisfecho consigo mismo y su creación. Aunque la medida del éxito de los negocios se relaciona en primera instancia con la recompensa material, las fuerzas para arrancar y continuar haciendo las cosas viene de la pasión y del amor hacia tu causa y por lo que ella exige de ti…

Emprender no es fácil… y por eso a quienes tenemos ese gen nos engancha. No nos atrae aquello que se da sin esfuerzo. Lo que nos hipnotiza es aquello que nos reta, que nos hace estirarnos al límite de nuestras fuerzas y nuestra cordura a veces; nos encandila perseguir lo elusivo, romper la roca dura, escalar la cima imposible, porque todo eso nos obliga a ser más hábiles, más listos, más disciplinados, más humanos, más empedernidos, más tercos… y con ello más reconocidos, por aquel que nos observa desde afuera y más importante aún por ese que vive dentro de nosotros que sabe que estamos obligados a tener éxito no porque sea fácil, sino porque creemos que es lo correcto.

Es muy probable que emprendas un negocio por dinero, pero lo harás hasta sus últimas consecuencias por la satisfacción del deber cumplido y por escuchar esa vocecita interior que te susurra: «Estoy orgulloso de ti».

Tiempo: La moneda de cambio de los nuevos ricos

Había una vez un mundo en el que los profesionistas podían separar su vida laboral de su vida personal. Ganaban suficientemente bien y al salir del trabajo, había tiempo y dinero para dedicar a la familia, a los amigos y a pasatiempos personales.

Esta realidad se ha ido modificando por razones económicas, tecnológicas y culturales. La competencia laboral y las leyes de oferta-demanda han mermado nuestros sueldos y poder adquisitivo. Nuevas necesidades como contar con dispositivos inteligentes y acceso a internet, no sólo representan un concepto de gasto recurrente en nuestro presupuesto sino que nos mantienen permanentemente «conectados» en una mezcla de notificaciones, posts, recordatorios y mensajes tanto profesionales como personales.

Incluso para quienes logran ganar suficiente para mantener un buen nivel de gasto, a menudo es sacrificando aún más su tiempo personal.

Como resultado, hay personas que tienen el dinero para comprar más cosas, pero no tienen el tiempo suficiente para disfrutarlas.

Nace entonces el concepto del Nuevo Rico (mencionado en el libro «La semana laboral de 4 horas» de Tim Ferris), que es aquella persona que tiene tiempo para disfrutar las experiencias de vida, sin tener que ser millonario. Digamos que si tienes tiempo y el dinero para rentar un yate y disfrutar con tu familia de un día de pesca y snorkel, vives mejor que si tuvieras el dinero para comprar el yate sin tener el tiempo para pasear en él.

O bien, si puedes pagar la renta de un departamento en la playa, importa más tener la libertad de tiempo de tomarte una semana sin remordimientos ni tener que pedir permiso a Recursos Humanos, que tener el dinero para comprar el departamento y estar atado irremediablemente a una oficina.

La nueva moneda de cambio del estilo de vida, no son millones de dólares. Es el tiempo. El rico lo es verdaderamente cuando ha podido comprar su libertad.

Si reflexionamos, en realidad no queremos ser dueños de las cosas sino vivir las experiencias. No tiene sentido comprar un jetski, pagar su mantenimiento y seguro, buscar un lugar donde guardarlo, transportarlo, repararlo, para tenerlo acumulando polvo en el garage. Lo que veraderamente deseamos es la experiencia de pasear en él y sentir la libertad y la adrenalina de la velocidad al surfear sobre el mar, aún cuanto hayamos tenido que rentarlo por horas y dejar a otra persona las complicaciones de poseerlo.

La mejor calidad de vida disponible está al alcance de aquellos que pueden mantener un flujo de efectivo suficiente y al mismo tiempo un control de su tiempo que les permita experimentar las aventuras de sus sueños, sin necesariamente tener la capacidad de comprar, mantener y proteger todas esas cosas.

Tú que prefieres? flujo de efectivo y control del tiempo o esclavo del trabajo con cuentas millonarias.

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El Chino wero

“Aquello que puedes o sueñas poder hacer, comiénzalo ya. La audacia conlleva genio, poder y magia!”
William H. Murray

La primera vez que leí esta cita aluciné!… Era simplemente brutal! “Aquello que puedes o sueñas poder hacer, comiénzalo ya. La audacia conlleva genio, poder y magia!”… ¡Wow!… ¡qué maravillosa fuerza en un par de frases!… pensé, este Murray si que debe haber sido un «crack» del desarrollo personal, sin embargo, nada que ver con esto, busqué en Wikipedia y me di cuenta que en realidad había sido un alpinista… en fin, te confieso que sentí un impulso de levantarme y salir afuera corriendo. De esas veces que no sabes qué hacer ni para donde “jalar”, pero que sabes que ante semejante declaración no te puedes quedar sin hacer nada. En ese tiempo continuamente buscaba algo que me motivara a sacar esa música que tanto tú como yo sabemos que llevamos dentro, pero que por miedo, posponemos y trágicamente nuestra «melodía» se queda, pues ahí donde no le sirve a nadie… adentro.

Te confieso que desde hace muchos años me aficioné a la lectura y he devorado cientos de títulos para alimentar en mí el deseo de logro, el impulso por emprender, la capacidad de actuar a pesar de los miedos e incluso a perseguir ese elusivo y multimanoseado concepto del «éxito», lo que sea que eso signifique.

Y esas palabras contenidas en la cita ¡sí que eran potentes!… Primero me hablaba de sueños, esa palabra que hace algún tiempo se asociaba a cursis fantasías de niños que querían ser bomberos o astronautas (y vaya que eso no tiene nada de malo ni siquiera de improbable, porque existen suficientes casos documentados de bomberos y astronautas que precisamente soñaron con ello desde pequeños). Sin embago, actualmente hablar de sueños ya no enroncha a nadie ya que son social y hasta profesionalmente aceptados como una visión de algo grande que nos impulse a crecer, a crear y a poner en práctica nuestros mejores recursos para alcanzarlos.
Murray me hablaba también de ser audaz!, un calificativo que uno asocia con los superhéroes de los comics o caricaturas, pero ¡no con uno mismo!. Si uno en la escuela primaria fue víctima de grandulones que te empujaban, te excluían de su clan o hasta te podían doblar de un puño en el estómago a la menor provocación dejándote no sólo desinflado del vientre sino de la autoestima, lo cual es peor, pues lo último que nos sentimos es audaces!, pero la cita decía que sólo era necesario empezar la cosa y que en ello había genio, poder y magia!… ¿Quién no quiere lucir como un GENIO?, ¿y tener PODER de hacer cosas y dominar el entorno?, ¿y que tal que para todo aquello que raye en lo imposible, pues que sencillamente podamos conseguirlo con MAGIA?. No, no, no, este Murray si que se voló la barda con semejante pedazo de frase!.

En fin, todo esta introducción para justificarte que, no obstante una parte de mi me cuestionaba el atrevimiento a iniciar un blog, sin contar aparentemente con grandes logros personales, emprendimientos en mi haber de esos que cambian el mundo o simplemente ideas suficientemente originales para pretender que fueran de interés para al menos alguno de mis contemporáneos, pues sencillamente hoy me escudo en esa frase matona (tú eres culpable Murray, Dios te tenga en su gloria)  para poner el ejemplo y empezar algo que soñaba hacer, que es escribir y compartir online con otras almas inquietas que como yo, buscan diseñar una vida que valga el esfuerzo, se empeñan en crear una manera de vivir que nos satisfaga y nos haga felices, basados en el emprendimiento y en los principios en los que creemos como personas bien nacidas y agradecidas, gozando con esta fugaz oportunidad llamada vida.

Cierro con la razón del título de este artículo de presentación que tiene que ver con la gran diferencia que existe entre lo que uno es de verdad, hacia adentro, esa nuestra identidad personal tal como nosotros nos reconocemos y la percepción hacia afuera que otros se hacen de nosotros. Una percepción que puede ser buena o mala pero que suele ser muy distinta.

Han de saber que mi compañera de vida, entiéndase mi esposa, es china, así es, auténticamente oriental, de sangre china por parte de padres y abuelos. Sin embargo yo por mi lado soy mexicano aunque por azares de la inmigración de la conquista de México, heredé rasgos de piel blanca y pelo castaño claro. Ahora bien, aun cuando no puedo presumir de ojo grande tapatío, nada en mí coincide con rasgo oriental alguno.

Bien, pues te cuento que hace años solíamos vivir en una casa que no tenía fachada hacia la calle sino que en realidad estaba al fondo de un terreno al que se llegaba por una estrecha entrada del ancho de un auto. Los recolectores de basura pasaban muy temprano y entonces yo solía darles propina.

Un día de tantos, no se si porque yo no estaba en casa o me quedé dormido, no salí a darles la acostumbrada propina y fue cuando uno de los recolectores, viendo que mi vecino, se asomaba, aprovechó para preguntarle por mi con la seguridad de haber juzgado acertadamente mis antecedentes genéticos: “Oiga, ¿no está el chino wero que vive al fondo?”

De ahí surgió la anécdota del chino wero, que aparte de darme mucha risa, solo demostró que por simple asociación solemos asignar etiquetas y hasta rasgos étnicos a las personas, sin merecerlos. Los que acaso sí podrían catalogarse como chinos weros serían mis hijos, pero amigos y aventureros en búsqueda del buen vivir, eso será motivo de otra historia.

Se despide de Uds Emiliano Ruiz, “El chino wero”

Hasta la próxima!