La evolución de las ideas

En el artículo anterior comentábamos acerca de la explicación de porqué fue primero el huevo y posteriormente la gallina. (http://emilianoruiz.com/la-importancia-de-saber-que-fue-primero-el-huevo-o-la-gallina/)

Esto más allá de la curiosidad que genera esa aparente paradoja, me hizo pensar acerca de cómo nacen las ideas y cómo algunas viven (o mueren), cómo mutan, cómo prosperan, como se multiplican y dan lugar a otras ideas.

Así como las especies más desarrolladas y dominantes son producto de la evolución de organismos simples y rudimentarios, la mayoría de las grandes ideas, por no decir que todas, surgieron de ideas imperfectas que tuvieron que sufrir modificaciones y pasar por procesos de oposición, incredulidad, corrección, adaptación y pulido antes de consagrarse como ideas incluso completamente diferentes a la original.

No obstante, nuestra educación basada en la penalización del error, ocasiona que muchos de nosotros nos detengamos de generar, expresar y poner a prueba nuestras ideas por temor al error o al ridículo, y es que pretendemos que nazcan como ideas grandes, ya desarrolladas, ignorando su proceso evolutivo.

Por cada idea poderosa capaz de cambiarnos como personas, como comunidad o como empresa, primero tuvieron que generarse muchas malas ideas en un inicio, ideas que fueron criticadas, que mutaron convirtiéndose en ideas más sólidas, que a su vez dieron lugar a diferentes adaptaciones motivadas por el entorno, y de ellas algunas sobrevivieron, fueron adoptadas, propagadas y multiplicadas, mientras muchísimas otras perecieron.

La lección aquí es que nuestra mejor apuesta es ignorar el miedo a equivocarnos ya sea al adoptar o bien al lanzar al mercado o al mundo ideas inmaduras o imperfectas ya que todas las ideas que al final ganan surgieron de la misma manera. Sin malas ideas nunca llegaría a haber ideas buenas.

Por otro lado, reconozcamos que el concepto de idea, está sobrevalorado. Con mucha frecuencia se piensa en ocultar, proteger e impedir la libre difusión de ideas por atribuir a ellas un gran valor, cuando lo verdaderamente determinante no es la idea por si misma, sino la capacidad de ejecución de todos lo pasos que materialicen dicha idea, es decir, la palabra acción.

Las ideas son un recurso inagotable, rescatemos la importancia de generar y mejorar muchas de ellas y sobre todo imprimamos acción en torno a ellas para publicarlas, probarlas, esparcirlas a otras mentes inquietas. Alimentemos nuestra mente con ideas de otros, de distintos temas, que provengan de personas de otras culturas, de otras latitudes, de otras creencias. Ahora modifiquémoslas, hagámoslas más prácticas y probémoslas. Ideas no solamente acerca de negocios sino de cómo llevar una familia, cómo mejorar nuestra calidad de vida y salud, cómo reevaluar prioridades, cómo modificar nuestro entorno social. Sólo así elevaremos las probabilidades de que algunas de ellas maduren, sean alteradas, modificadas, adoptadas y se propaguen lo suficiente para volverse tan poderosas que puedan cambiar nuestro mundo.

Por lo pronto sigamos buscando porque proverbial es que el que busca… encuentra!

Hasta la próxima!