Esta frase a menudo sale a relucir en nuestra casa cuando de pronto alguna situación puede incomodarnos, molestarnos y hasta robarnos la calma, especialmente cuando esa circunstancia está fuera de nuestro control.
Todos en nuestra vida diaria y profesional, camino a nuestras metas, nos enfrentamos regularmente con incomodidades, molestias, preocupaciones que tienen que ver con nuestras interacciones con los demás. Incluso en algunos casos hasta nos enganchamos emocionalmente con problemas de terceras personas.
Los ejemplos que enfrentamos de este tipo pueden ser interminables. La mala actitud de un dependiente en una tienda, el tráfico, un conductor que se nos cierra en la avenida, un mal comentario de un vecino, el extravío de algo, un malentendido con la pareja, un hijo que deja todo tirado, en fin, hay muchas cosas que nos sacan de concentración, controlan nuestra mente, nos causan enojo y pueden literalmente consumirnos y descarrilarnos de lo que es más importante.
Si nos dejamos llevar por estos distractores emocionales no sólo nos desvían de nuestras metas y objetivos, sino que nos pueden llevar a hundirnos en el desánimo, la frustración y las ganas de mandar todo al carajo.
Todos somos humanos y llega un punto en que se nos juntan las cosas y explotamos.
Es ahí cuando un cambio de enfoque puede sacarnos del hoyo y hacer la diferencia. Respiras hondo y te dices a ti mismo: “Elige tus batallas”.
El sentido de esto es que somos como generales que tenemos una misión: alcanzar y defender nuestras prioridades personales, de familia, de negocios. Y eso implica concentrar nuestros esfuerzos en las batallas importantes para ganar la guerra. Nuestros recursos de energía, tiempo, atención y entusiasmo son hasta cierto punto limitados y si los desgastamos en batallas que no son relevantes para nuestra misión, no será posible ganar las batallas importantes y con ello la guerra. El precio de ese desperdicio de recursos es demasiado costoso y fatal.
Decirnos “Elige tus batallas”, nos obliga a hacer un alto y reflexionar rápidamente si esto que me está robando energía realmente vale la pena o podemos dejarlo pasar por alto porque no es tan relevante en este momento y ya sea que podemos posteriormente retomarlo o simplemente “desengancharnos” de eso y reenfocarnos en las batallas críticas para el cometido principal que tenemos, que es vivir plenamente, crecer, aprender, cambiar para bien, cumplir nuestro propósito y si no fuera mucho pedir, trascender en los demás.
Deseo que nos mantengamos fuertes en nuestras metas y las tareas diarias que las harán realidad.
Por lo pronto, sigamos buscando, porque proverbial es que: El que busca… encuentra!